La localidad cántabra de Polanco se prepara para albergar una iniciativa pionera en el sector energético. Y es que las compañías Solvay y Enagás han decidido unir fuerzas para transformar unas antiguas cavidades subterráneas en una instalación de almacenamiento de hidrógeno. Estas formaciones, que fueron originalmente parte del proceso de obtención de carbonato de sodio, se adaptarán ahora a las nuevas exigencias de la transición energética.

La propuesta no se ha presentado con cifras de inversión ni con un calendario detallado, pero sí con una hoja de ruta clara: dar un uso estratégico a las infraestructuras ya existentes y avanzar en la descarbonización del sistema energético español. Con el impulso de estas compañías, el hidrógeno verde comienza a encontrar espacio físico donde almacenarse de forma segura y a largo plazo.

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Lo que en su día fue una infraestructura pensada para la industria química, ahora cambia radicalmente de propósito. En el municipio de Polanco, varias cavidades generadas por la actividad minera de Solvay serán transformadas para servir como almacenes de hidrógeno. Enagás liderará la adaptación técnica y operativa, aprovechando su experiencia en la distribución energética y en infraestructuras específicas para gases renovables.

Copenhagen Infrastructure Partners

Esta colaboración se produce en un momento en el que la presión por acelerar la transición energética es mayor que nunca. La necesidad de contar con sistemas de almacenamiento versátiles y a gran escala se ha vuelto crítica para integrar fuentes renovables intermitentes como la solar o la eólica. Ahí es donde el hidrógeno aparece como pieza clave, y no sólo como vector energético, también como solución logística.

Además, el modelo puede crecer de manera eficiente. Las cavidades subterráneas permiten un volumen de almacenamiento mucho mayor que otras tecnologías, y su uso no depende del clima ni del momento del día. Cantabria podría convertirse, de este modo, en un nodo energético a medio plazo.

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El interés por el hidrógeno no es nuevo, pero empieza a traducirse en proyectos tangibles. España, por sus recursos solares y su capacidad industrial, parte con ventajas en esta carrera. Pero para que el hidrógeno sea útil, necesita un sistema de transporte y almacenamiento que lo haga viable más allá de la producción puntual. En este contexto, el acuerdo entre Solvay y Enagás actúa como catalizador.

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Este nuevo almacén se enmarca dentro de la planificación nacional para desplegar una red troncal de hidrógeno. Aunque aún quedan muchos tramos por definir, la puesta en marcha de instalaciones como la de Polanco es una condición imprescindible para dar solidez al sistema. La posibilidad de exportar excedentes a otros países europeos también entra en la ecuación.

La elección de Cantabria responde a algo más que razones técnicas. También existe una voluntad de descentralizar las infraestructuras energéticas, aprovechando los recursos geológicos disponibles en distintas zonas. En este sentido, el subsuelo cántabro aporta un valor añadido poco explorado hasta ahora.

Sin fechas, pero con una dirección clara

Por ahora, ni la empresa Enagás ni Solvay han detallado la inversión prevista ni el calendario de ejecución. Sin embargo, ambas compañías coinciden en destacar que se trata de un paso clave para consolidar un sistema energético más sostenible. En palabras de los responsables de ambas entidades: “Esta colaboración con Enagás subraya el papel estratégico de la industria química europea en el desarrollo de soluciones de energía renovable” y “este acuerdo es un hito clave en el desarrollo de la red troncal de hidrógeno en España”.

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Además de los beneficios técnicos y medioambientales, este tipo de iniciativas suponen un impulso para la economía local. Aunque no se ha especificado aún el número de empleos ni las oportunidades empresariales derivadas, sí se ha confirmado que el proyecto se diseñará en coordinación con las entidades locales, lo que sugiere un enfoque de integración territorial.

Actualmente, Solvay ya opera más de un centenar de cavidades de este tipo en Alemania, y su expansión hacia España podría marcar el inicio de una red europea conectada de almacenamiento subterráneo de hidrógeno. La infraestructura está, el conocimiento también. Sólo queda por ver cuándo comenzará a fluir el hidrógeno por las entrañas del terreno cántabro.