- Brasil llega a un punto de inflexión energético: el hidrógeno verde promete transformar su economía, pero la falta de reglas claras podría frenar una oportunidad histórica.
- El hidrógeno verde en Brasil marca el ritmo de una transición energética que redefine la industria. La producción sostenible se enfrenta a ciertas incertidumbres que podrían limitar el crecimiento del país.
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Brasil vive un momento fundamental para decidir su papel en la economía descarbonizada. Las grandes compañías del sector energético, como la noruega Yara Fertilizantes, apuestan por el potencial del país para liderar el mercado mundial del hidrógeno verde. Sin embargo, esa ambición tropieza con un obstáculo evidente: la falta de previsibilidad regulatoria y la demora en definir incentivos concretos para quienes desean invertir a largo plazo.
«Es necesario avanzar en la regulación del marco regulatorio del hidrógeno, ya que los inversionistas necesitan previsibilidad, y esta falta de definición crea un obstáculo adicional para la descarbonización», advierte Renata Ferrari, responsable de descarbonización de la compañía. Sus palabras resumen un sentimiento compartido por el sector: el entusiasmo no basta si no hay certeza jurídica.
El Congreso brasileño ya aprobó un marco legal para el hidrógeno bajo en carbono, pero la Agencia Nacional de Petróleo, Gas y Biocombustibles aún debe definir las directrices operativas. Sin estos pasos, los proyectos anunciados corren el riesgo de quedarse en la etapa de promesa. El país cuenta con recursos naturales, experiencia en biocombustibles y una matriz eléctrica limpia, pero necesita reglas estables para convertir su ventaja en liderazgo.
Hidrógeno verde en Brasil
El hidrógeno verde se perfila como una de las piezas clave en la lucha contra el cambio climático y la transformación industrial. En Brasil, su desarrollo podría conectar sostenibilidad y competitividad, además de promover sectores como el transporte, la agricultura y la producción de fertilizantes. Dentro de este contexto, el biometano surge como un aliado estratégico para diversificar la matriz energética y reducir emisiones.

Renata Ferrari subraya que el país debe centrarse en el hidrógeno, pero también en otras fuentes limpias que contribuyan a descarbonizar la industria. “Dado el enorme potencial de crecimiento en escala que tiene este sector, que puede traer beneficios ambientales a toda la cadena”, explicó, refiriéndose al papel del biometano en el proyecto de amoníaco renovable que Yara desarrolla en Cubatão, São Paulo.
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A pesar del entusiasmo de empresas y gobiernos, la industria se enfrenta a un problema: existen proyectos, pero faltan mecanismos que garanticen su continuidad. El presidente de la empresa Yara en Brasil, Marcelo Altieri, recordó que el país posee un potencial excepcional en bioenergía, especialmente en el uso de residuos agrícolas para generar biometano. Sin embargo, advirtió que “se necesitan inversiones para conectar la producción a los gasoductos”. Sin infraestructura, la transición energética seguirá siendo una meta pendiente.
Marco legal y financiero para el futuro energético de Brasil
La transición energética no depende sólo de la tecnología. El nuevo régimen legal aprobado por el Congreso y los incentivos fiscales previstos entre 2028 y 2032 buscan dar un marco de seguridad a las inversiones en hidrógeno bajo en carbono. No obstante, los avances normativos deben ir acompañados de condiciones de financiamiento competitivas. El acceso a crédito sigue siendo un desafío para las empresas, sobre todo frente al elevado coste del capital en comparación con otras economías.
Según la Agencia Internacional de Energía, la cooperación entre el sector público, la banca y los fondos privados será clave para destrabar proyectos. Las herramientas de mitigación de riesgo y las garantías pueden marcar la diferencia en un contexto de volatilidad económica. Preparar proyectos sólidos, con equipos técnicos cualificados y alianzas entre universidades e industria, es fundamental para atraer capital internacional.
Sin personal capacitado ni estrategias de largo plazo, la transición energética no tendrá la velocidad que requiere. Universidades, centros de investigación y empresas ya trabajan en conjunto para construir una base de conocimiento que sustente la nueva economía del hidrógeno verde. Los polos industriales de Pecém, Suape y Parnaíba comienzan a materializar inversiones millonarias, pero el liderazgo mundial sólo será posible si Brasil avanza con decisión en esta década.
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