El hidrógeno verde está llamado a ser el próximo motor de la economía, en sustitución del petróleo y el gas natural. Sin embargo, hay una diferencia entre ellos: el hidrógeno renovable ha de ser fabricado en lugar de ser extraído de la tierra.
¿Es del todo cierta esta afirmación? Un modelo del Servicio Geológico de Estados Unidos estima que podría haber suficiente hidrógeno (H2) bajo tierra como para satisfacer la demanda mundial durante miles de años. Además, el informe estadounidense recalca que este H2 se está produciendo continuamente con reacciones químicas, a diferencia del petróleo y el gas natural.
Al igual que en siglo XIX en América del Norte, las empresas están compran derechos de exploración para buscar lo que se conoce como «hidrógeno de oro», mientras que los geólogos estudian dónde pueden hallarse posibles depósitos.
Hay que tener en cuenta que podría ser que la forma en la que se acumula el gas renovable no sea explotable comercialmente o que no se hallen depósitos lo suficientemente grandes como para que una industria considerable crezca a su alrededor. Pero, ¿y si fuera viable?
El coste de extraer hidrógeno del suelo es potencialmente barato en comparación con los métodos existentes. Por ejemplo, un depósito en Malí (África), que se encuentra a una profundidad relativamente baja y que produce hidrógeno casi puro, podría explotarse por 0,50 dólares estadounidenses el kilogramo. Helios Aragón, una compañía que lleva a cabo un proyecto en los Pirineos españoles, estima los costes de producción entre 50 y 70 céntimos de dólar por kilo.
Esta cifra contrasta con el precio de entre 3 y 8 dólares que cuesta el kilogramo de H2 producido por electrolizadores alimentados por energía renovable. Este importe varía mucho debido a la oscilación del coste de la energía renovable en diferentes partes del mundo.
Se espera que el precio del hidrógeno verde caiga rápidamente en las próximas décadas gracias a las economías de escala y los precios más bajos de la energía renovable. Algunas voces apuntan a que el precio caerá hasta alcanzar 1,50 dólares el kilo en 2030.
Sin embargo, el desafío para los productores es el transporte del H2 a los lugares en los que se consume, un proceso que añadirá cerca de 2 dólares al precio final del kilogramo.
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