Las energías fósiles todavía tienen un gran peso en el mix energético de Europa. De hecho, el petróleo y sus derivados, el gas y el carbón, representan cerca del 65% del total en el viejo continente. Además de contribuir al cambio climático, los combustibles fósiles generan un problema geopolítico al no permitir que Europa alcance su independencia energética. Vamos a ver el panorama energético actual y las soluciones que se presentan.
La dependencia energética de Rusia que tiene Europa es una situación que lleva dándose varias décadas. En 2020, antes incluso de la invasión rusa de Ucrania, el 96% de los suministros de petróleo provenían de importaciones (el 26% de los cuales provenían de Rusia, aunque desde entonces ha caído por debajo del 5%), se importó el 84% del gas natural (43% de Rusia, ahora por debajo del 15%), y el 36% de carbón (de los cuales alrededor del 50% proviene de Rusia).
Si nos movemos hasta 2023, la dependencia energética de los países de la UE de las importaciones de recursos fósiles seguirá siendo significativa y debería representar más del 90 % de los recursos petrolíferos. Además, más del 80 % de los recursos de gas natural son importados. Sin embargo, la suspensión de las importaciones de combustibles fósiles procedentes de Rusia se vio compensada por el aumento de las importaciones procedentes de los Estados Unidos, Noruega y el Reino Unido, con un aumento particular de las importaciones de gas natural licuado.
Dentro de este panorama energético, el mercado mundial del hidrógeno ya es una realidad que actualmente moviliza más de 100.000 millones de euros y 80 millones de toneladas, principalmente para el refinado y la producción de fertilizantes. En este sentido, el hidrógeno tiene muchas ventajas, ya que puede ayudar a descarbonizar las industrias intensivas en energía, al reemplazar, solos o en forma derivada, el gas natural, el carbón y el petróleo, así como el transporte intensivo y pesado en los casos en que la electrificación con baterías se hace inviable.
En el aspecto geopolítico, el hidrógeno también permitirá a Europa aumentar su soberanía energética y reutilizar parcialmente la infraestructura existente de gas. De esta forma, se podría aprovechar la amplia disponibilidad de recursos renovables y propiedades e importarlos a países con fuerte demanda, como Japón y Corea.
En este sentido, las opciones estratégicas relativas a la evolución del mix energético europeo, y en particular el componente del hidrógeno, se están convirtiendo en nuevas palancas geopolíticas, claramente identificadas como tales por nuestros principales socios europeos y la región del noreste asiático.
De aquí a 2050, la trayectoria de la independencia energética europea podría significar el uso de 40 a 60 millones de toneladas de hidrógeno.
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