Europa soñaba con liderar la transición energética a través del hidrógeno renovable, pero la realidad pinta un futuro mucho más lento y complicado. Y es que la Unión Europea se ha marcado metas muy ambiciosas para posicionarse a la vanguardia del hidrógeno verde, que resulta clave para una economía sin emisiones. Sin embargo, la distancia entre la visión y la ejecución sigue creciendo, y los datos más recientes no invitan al optimismo.
Un estudio realizado por Westwood Global Energy Group (Westwood), empresa especializada en investigación y consultoría del mercado energético, revela que apenas un 17% de los proyectos en cartera podrían estar operativos para 2030. Esta cifra refleja la complejidad del entorno regulatorio, la debilidad en la demanda y los desafíos económicos que aún no encuentran solución efectiva.
El potencial del hidrógeno renovable para transformar el sistema energético de Europa es indiscutible. Como alternativa limpia a los combustibles fósiles, su papel será esencial para descarbonizar sectores como la industria pesada, el transporte marítimo y aéreo y la producción química. No obstante, el avance real es escaso.
De los proyectos planificados hasta ahora, la mayoría están detenidos, a la espera de claridad en las normativas y del impulso necesario desde los gobiernos. Países como Reino Unido apenas tienen en marcha entre el 1% y el 24% de su cartera, lo que evidencia una desconexión entre las metas y los mecanismos para alcanzarlas.
Sin una estrategia clara de fomento de la demanda, las inversiones privadas se ralentizan. Los llamados offtakers (empresas dispuestas a comprar el hidrógeno producido) aún no están listos o no tienen incentivos suficientes para comprometerse. El caso de Europa muestra cómo la ambición, por sí sola, no basta. Hacen falta políticas coherentes, respaldo financiero y una hoja de ruta que conecte producción con consumo.
El estudio de Westwood no sólo retrata un escenario preocupante, también ofrece una alternativa. Si los marcos regulatorios se desarrollan con eficacia, hasta el 70% de los proyectos podrían hacerse realidad antes de 2030.
Ya son más de 600 los proyectos de hidrógeno verde en Europa
Esto implicaría activar mecanismos financieros más contundentes, simplificar trámites y establecer objetivos de consumo claros para las industrias. Las medidas actuales no alcanzan para cubrir el coste del hidrógeno verde, que sigue siendo más caro que sus equivalentes fósiles.
David Linden, experto en transición energética, subraya que alcanzar sólo el 17% de los proyectos previstos ya sería un logro notable. Pero también advierte que sin decisiones firmes a corto plazo, el resto de la cartera quedará totalmente estancado. El verdadero reto está en conectar la oferta potencial con una demanda estable y previsible. Y eso sólo puede lograrse mediante mandatos sectoriales y políticas bien diseñadas.
La gran incógnita es: ¿quién va a comprar todo ese hidrógeno renovable una vez que esté disponible? Actualmente, en Europa no hay una demanda clara que justifique el desarrollo masivo de infraestructuras. Sectores como el del acero verde, la aviación, el transporte marítimo y las materias primas industriales se perfilan como los principales consumidores. Pero muchos de ellos sólo lo harán si existen mandatos gubernamentales, subsidios u obligaciones normativas que lo exijan.
Emma Woodward, de Aurora Energy Research, estima que serán necesarios hasta 100.000 millones de euros para consolidar esta transición. Sin ese respaldo financiero, ni la industria ni el transporte tendrán incentivos para adoptar el hidrógeno a corto plazo. El éxito, por tanto, dependerá de decisiones políticas que creen un entorno favorable no sólo para producir, también para vender y utilizar el hidrógeno a gran escala.
Según las investigaciones de mercado, más del 50% de la demanda de Europa de hidrógeno en 2035 se concentrará en Alemania, España, Suecia y Gran Bretaña. Estos países tienen políticas más avanzadas y sectores industriales con un alto potencial de electrificación mediante hidrógeno. El problema sigue siendo el mismo: mientras no se reduzca la diferencia de precios con el hidrógeno gris, los consumidores optarán por la opción más barata. De ahí que el apoyo público sea tan decisivo para compensar los sobrecostes.
Además, cada sector avanza a ritmos distintos. Las materias primas industriales serán las primeras en adaptarse, impulsadas por mandatos específicos. En cambio, la aviación y el transporte marítimo dependerán más de sanciones y regulaciones internacionales. El acero verde, por su parte, requiere fuertes subsidios para poder despegar.
La adopción masiva sólo tendrá lugar si los gobiernos dejan de centrarse exclusivamente en la oferta y empiezan a construir la demanda con medidas concretas.
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